Combate Espiritual

El Monasterio es un campo de batalla. Los monjes y monjas somos guerreros de la Luz.  La vida espiritual es un combate, pero no se trata de dar golpes al aire sino de luchar contra realidades que a veces nos rodean: principados, potestades, dominaciones, espíritus que están en el aire (Cfr. Ef 6,12).

El hábito monástico que llevamos es un traje de combate.  El casco es la capucha o la toca, la coraza es el escapulario, el cinturón que nos ciñe es la correa de cuero, el escudo que embrazamos es el Santo Rosario, la espada es la Palabra de Dios que llevamos en el corazón, las sandalias de combate son las sandalias de cuero que llevamos (Cfr. Ef 6,14-17).

Somos guerreros del Bien, de la Luz, de la Verdad.  El día en que profesamos, somos revestidos como caballeros del Gran Rey.  Por esta razón nuestra vida en el Monasterio, aunque en apariencia es apacible y tranquila lleva por dentro el fragor de batallas y luchas que sólo Dios ve, y que se desarrollan en medio de las cosas sencillas de cada día como también en acontecimientos especiales: intercesión, adoración, vigilias, ayunos, trabajos fuertes, etc.

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